¿Las criptomonedas contaminan? ¿Cuánto hay de cierto?

¿Las criptomonedas contaminan? ¿Cuánto hay de cierto?

A veces se comenta que Bitcoin, Ethereum y otras criptomonedas contaminan, algo que al principio puede resultan desconcertante, al ser monedas virtuales sin versión física. El problema es que las redes que mantienen las criptomonedas consumen mucha electricidad, cuya producción genera contaminación atmosférica.

Las criptomonedas usan redes blockchain para mantenerse, y los ordenadores que las conforman consumen electricidad por el simple hecho de estar encendidos. No hay elementos centrales, los propios equipos de los usuarios mantienen las bases de datos donde se registran quienes son los propietarios de las monedas, y las transacciones realizadas.

Mantener la red supone un coste energético, pero no muy diferente a los miles de servicios online y plataformas actuales. Es el proceso denominado "minado" el que genera muchísima contaminación, pues exige una gran potencia de cálculo para crear nuevas monedas y, por lo tanto, consume mucha energía eléctrica.

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De hecho, las regulaciones e incluso prohibiciones de determinados países no solo se deben al riesgo para las economías de una moneda sobre la que los gobiernos no pueden intervenir. Incluso más importante es lo que contaminan y tensionan la red eléctrica.

Las criptomonedas impactan en las redes eléctricas

El consumo anual de las criptomonedas supone más de 90 TWh anuales, es decir, más de lo que consume toda Bélgica en un año, o el doble que Portugal. La gran prioridad de quienes minan criptomonedas es hacerlo en países donde la electricidad sea barata.

Si estos 90 TWh se generan con una fuente relativamente "limpia"; como el gas natural, supondrían emitir 39 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera cada año. Es decir, las criptomonedas contaminan mucho, y hasta se han lanzado chips para minar criptomonedas más eficientes que reduzcan el impacto.

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Se ha llegado el punto en que China ha prohibido minar criptomonedas en el país, porque allí la electricidad es relativamente barata, y estaban acaparando los recursos. Lo mismo han hecho países como Egipto, Marruecos o Catar, y no se descarta que sigan aumentando los gobiernos que tomen medidas.

En los países desarrollados no hay prohibiciones por ahora, sobre todo porque el elevado coste de la electricidad no hace rentable minar al precio actual del Bitcoin. En cambio, se han encontrado minas de criptomonedas clandestinas conectadas a la red sin pagar.

El enorme coste energético del minado

La contaminación de las criptomonedas se debe al método para generar nuevas criptomonedas. Un usuario puede "crear" un Bitcoin o Ethereum desde su ordenador, pero el proceso tiene una alta dificultad, de lo contrario se podrían generar de manera muy sencilla grandes cantidades, y no tendrían apena valor.

Las grandes criptomonedas se crean con la técnica de "proof of work", o "prueba de trabajo". Es decir, el ordenador del usuario debe resolver unos cálculos muy complejos, que a medida que se generan criptomonedas se vuelven más difíciles.

Hoy en día se utilizan tarjetas gráficas gaming o incluso procesadores ASIC especializados, con mucha potencia y consumo, que demás exigen complejos sistemas de refrigeración por el calor que generan. Un particular no puede minar Bitcoin o Ethereum en casa, pues pagaría mucho más por la electricidad de lo que valen en el mercado.

Algunas criptomonedas están optando por otros sistemas, en el caso de ChiaCoin se crean nuevas unidades en función del espacio disponible en el disco duro. En realidad, al producirse los discos duros también contaminan, como casi cualquier otro proceso alternativo que sea muy intensivo.

La transición a la energía renovable está en marcha, pero por ahora le queda mucho por delante. Bitcoin, Ethereum, Dogecoin, ChiaCoin y demás son un obstáculo serio para la sostenibilidad, y también para la economía, pues presionan al alza los ya elevados precios de la factura de la luz.

En conclusión, las criptomonedas contaminan hasta el punto de ser un problema ecológico de primer orden, aceleran el calentamiento global y restan energía a los demás sectores productivos, así que no nos deberían sorprender nuevas regulaciones o prohibiciones gubernamentales.

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