Así ayuda la tecnología a frenar al coronavirus

Así ayuda la tecnología a frenar al coronavirus

La epidemia de coronavirus COVID-19 supone un reto global, y una de las razones de su propagación son los avances técnicos que han permitido una rápida movilidad de las personas por todo el mundo. Sin embargo, la tecnología también es un aliado clave para luchar contra el coronavirus.

Vivimos una situación sin precedentes en muchas décadas, pero también contamos con medios para combatir las enfermedades que no hubo en anteriores epidemias. Y no hablamos solo de tecnología médica, sino de muchos otros aspectos.

Controlar el coronavirus requiere una cuarentena con enormes implicaciones: cese de actividades laborales, aislamiento social, restricciones en actividades cotidianas como acudir al supermercado... y ahora vamos a ver cómo la tecnología nos ayuda a superar estas problemáticas.

Apps de control social

Imagen - Así ayuda la tecnología a frenar al coronavirus

Las medidas más extremas (y eficaces) para contener el coronavirus COVID-19 parecen ser las de China y Corea del Sur, que básicamente se resumen en controlar a la población con el móvil, cruzar datos de diversas fuentes y así decidir quién debe quedarse en cuarentena total.

El Gobierno chino creó una aplicación que controla a cada ciudadano, y le asigna un código de color: verde si lo considera a salvo, naranja si ha de quedarse 7 días en casa y rojo si son 14 los días de cuarentena.

Esto se refleja en un código QR, que es necesario escanear en multitud de lugares: puestos de trabajo, centros comerciales, edificios gubernamentales e incluso en controles en la calle. Si el QR no es verde, ese ciudadano no podrá acceder.

La app móvil china no se basa en un test real del coronavirus, sino en el "big data" (análisis de grandes cantidades de datos agregados). Si el GPS del móvil, o los escaneos de las autoridades, indican que hemos estado en una zona con infectados, se nos ordenará una cuarentena preventiva.

La aplicación contra el coronavirus exige facilitar muchísima información personal, pues identifica a cada ciudadano, pide datos sanitarios, información sobre viajes previos a Hubei (provincia donde está Wuhan) y registrar la temperatura corporal cada día.

Este uso de la tecnología choca con la regulación de privacidad europea, y con muchos de los derechos y libertades de los que disfrutamos en España.

Pero no debemos olvidar que el estado de alarma precisamente se ha decretado por lo grave que resulta la crisis del coronavirus, y da al Gobierno poderes excepcionales para gestionarla, si bien el Congreso debe aprobar las extensiones en su duración.

En cualquier caso, China parte con "ventaja" para el control del coronavirus por medio de la tecnología. La vigilancia social ya estaba establecida antes en muchos aspectos de la vida cotidiana, así que existía buena parte de la infraestructura, y los ciudadanos estaban acostumbrados.

Teletrabajo y educación a distancia

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Una de las claves para frenar el coronavirus son las medidas de distancia social, es decir, mantener a las personas alejadas las unas de otras. De esta forma se reduce el ritmo de contagio para que la sanidad no se sature más.

Sin embargo, paralizar por completo un país de 46 millones de habitantes tiene consecuencias que también son importantes, sobre todo en lo económico. Por suerte, gracias a Internet mantener las clases es posible, y muchos puestos laborales también se pueden adaptar al trabajo online.

Muy buena parte de las tareas que se desarrollan en una oficina son sencillas de trasladar a un entorno online. En general, la infraestructura española se encuentra preparada, pues las rápidas conexiones de fibra son la norma en las ciudades y el 4G llega a muchos lugares (casi un 90% de disponibilidad según el estudio independiente de Opensignal en 2019).

El problema surge con la capacidad de la red, pues el tráfico ha crecido mucho con millones de personas encerradas en casa. Netflix, YouTube, Disney+ y otros servicios que consumen muchos datos han reducido voluntariamente la calidad del vídeo para aliviar la carga.

A la hora de trabajar, las apps de videollamadas son muy útiles para reuniones virtuales, aparte de que existen diversas herramientas para el teletrabajo, incluyendo Office 365 para los documentos, Slack o Microsoft Teams para comunicarse en equipo, y Google Drive o Dropbox para compartir archivos.

Por otro lado, hay herramientas para la educación a distancia, como Moodle, que pueden servir de ayuda. Por desgracia, no es sencillo llegar a todo el alumnado, en especial de niveles no universitarios, pues algunos no poseen los equipos y conexión adecuada.

La tecnología permitiría perfectamente el trabajo y la educación a distancia, pero en muchos casos lo que falla son los procedimientos en empresas y centros educativos, que no se han podido adaptar tan deprisa ante la llegada del coronavirus.

Compra y comida online

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La distancia social es clave para ralentizar la propagación del coronavirus, pero incluso en casa hay ciertos artículos de los que no podemos prescindir: comida, higiene básica, medicamentos, limpieza...

Por suerte, existen webs donde hacer la compra por Internet, pertenecientes a grandes cadenas (Carrefour, Mercadona, Eroski, Día, El Corte Inglés...) que reducen el contacto al realizar las entregas a domicilio.

Aunque los repartidores siguen expuestos, y existe cierto contacto, en general es un sistema que reduce los riesgos de contagio del coronavirus frente a ir a una tienda física. Tras la saturación de los primeros días, poco a poco los supermercados online se han reforzado y las entregas tienen plazos más razonables.

Por otro lado, también es posible pedir comida a domicilio, con aplicaciones como Just Eat, aunque en ese caso el riesgo para el repartidor es mayor: estos servicios suelen ofrecer condiciones laborales discutibles, y la entrega solo nos servirá para una única comida.

Eso sí, Deliveroo y Uber Eats han comenzado a llevar la compra a casa, no solo platos de restaurantes, así que en este aspecto la tecnología sí se ha adaptado rápido frente al coronavirus.

Apps de los sistemas sanitarios

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El sistema sanitario de los países afectados por el coronavirus se ha visto saturado, y España no ha sido una excepción. Una de las medidas para evitarlo son las apps lanzadas por las comunidades autónomas con tests de autoevaluación para el coronavirus.

Dado que la capacidad de realizar pruebas es limitada, la aplicación pregunta por una serie de síntomas al usuario, y le indica si debería buscar atención médica, o sencillamente quedarse en casa.

Es una idea muy sencilla, pero poderosa. De esa manera se reducen las consultas por casos leves, que además podrían extender más el coronavirus, y se ofrece tranquilidad a la población.

De hecho, la OMS está trabajando en su app sobre el coronavirus, y un grupo de desarrolladores españoles ha creado una aplicación de control social para el coronavirus, similar a la utilizada en China, proponiéndole al Gobierno que la utilice para controlar a la población durante la epidemia.

Impresión 3D y makers

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Uno de los grandes problemas del coronavirus es el porcentaje de pacientes que se ven afectados de forma grave, y deben ser ingresados en las UCIs (unidades de cuidados intensivos) para que un respirador ayude a sus pulmones.

El número de respiradores disponibles no es suficiente, y los fabricantes tienen serios problemas para satisfacer las necesidades en las actuales circunstancias.

Entre los más entusiastas de la tecnología se encuentran los "makers", una comunidad que crea sus propios dispositivos, como sencillos robots, usando impresión 3D, placas Arduino y Raspberry Pi, entre otros elementos.

Muchos makers están usando sus impresoras 3D para fabricar respiradores, imitando los modelos comerciales. El diseño en sí no excesivamente problemático, pero deben ser probados por profesionales médicos para comprobar que hacen su función de forma correcta, pues de ellos depende la vida de los enfermos.

En España ya se están realizando las primeras pruebas de estos respiradores alternativos en hospitales, pero ni siquiera en esta situación de urgencia se pueden omitir unas mínimas comprobaciones, así que no está claro en qué momento se podrán utilizar de forma general, si es que lo llegan a hacer.

En otros casos, lo que se fabrican son máscaras protectoras de plástico transparente, cuyo diseño resulta mucho más sencillo. Aunque no suponen una protección demasiado adecuada contra el coronavirus, algunos médicos las emplean junto a las mascarillas como alternativa ante la falta de otros materiales más seguros.

En definitiva, si bien los avances que han hecho posible la globalización tienen parte de culpa de la epidemia del coronavirus, también la tecnología está ayudando de forma clave frente al COVID-19, y adaptándose muy deprisa a las necesidades que surgen en este escenario insólito.

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